En los últimos años se ha discutido recurrentemente sobre la autodenominada “vuelta de la política”, la participación social, la discusión sobre lo público, entre otras cuestiones. He aquí, entonces, una reflexión sobre estas cuestiones.
En primer lugar, quienes pertenecen a la camada del ’89 como yo, y algunos más jóvenes también, dieron sus primeros pasos en la inserción a la política en un contexto de aparición y auge del modelo kirchnerista. Estas experiencias personales y contextos marcan diferencias de visión muchas veces con quienes se consideran “hijos del regreso democrático” e “hijos de los 90”: los primeros, marcados a fuego por la participación política, los segundos por un contexto de banalización de la política como herramienta de cambio.
En el contexto de surgimiento y avance del kirchnerismo, en la última década, se da entonces un fenómeno particular: un partido de gobierno que amplía constantemente su base de sustentación, que hace una gran utilización de los medios de comunicación tradicionales, y también de las nuevas tecnologías, que hace gala del poder y el manejo del Estado en la incorporación de fuerzas militantes a la estructura estatal; y por otro lado un conjunto de fuerzas opositoras que en términos generales se han ido diluyendo, fraccionando y retirando del espacio público, de la representación popular y de las grandes discusiones del país. De esta manera, se ha ocasionado con el correr de los años un vacío de representación, una reducción de la discusión a ámbitos técnicos dándole la espalda en muchos casos a largas tradiciones militantes de base y también a la propia ciudadanía involucrada e interesada, mas no activa militante. En el camino contrario, el kirchnerismo ha sido capaz, en muchos casos, de darle un espacio de pertenencia y de involucramiento en la política a diversos sectores.
¿Significa, entonces, que el kirchnerismo representa la “vuelta de la política”? Pues bien, creo que la respuesta es ambigua. Efectivamente, muchos hemos (como se dijo anteriormente) incursionado a la política en el contexto de aparición y crecimiento del oficialismo. Muchos se han incorporado a las filas del oficialismo en sus diversas vertientes, y muchos otros hemos tomado la política desde las fuerzas que se sitúan en oposición al gobierno nacional. Sin embargo, si miramos profundamente que significaría “la vuelta de la política”, podemos encontrar que el kirchnerismo ha conseguido amalgamar un conjunto grande de nuevas voluntades, pero no ha logrado profundizar efectivamente en la generación de una ciudadanía más activa, ni ponderado la posibilidad de realizar reformas que lleven a una participación ciudadana plena en todos los ámbitos de lo que la política y lo público refieren. Seguramente se podrá decir que se ha logrado un alto porcentaje de participación en las elecciones, lo cual es cierto, pero sería un grave error tomar este indicador como central, ya que implicaría reducir la participación ciudadana a la votación cada dos años, convirtiendo la participación político-ciudadana en participación electoral.
Ahora bien, desde diversos espacios políticos se está tratando de recuperar el terreno perdido, de involucrarse activamente en los procesos y discusiones que atraviesa hoy nuestro país. Para esto, no solamente se debe poner esfuerzo en reforzar y revitalizar el contacto directo militante con la gente en las bases, en el barrio, en la calle, sino también acoplarse a los nuevos tiempos y formas de acción política y militante. Las nuevas formas de comunicación, las redes sociales, la “militancia virtual” por así decirlo constituyen un espacio que amplía los espectros de la participación, y que incluye también a aquellas personas que no militan activamente en una organización política o social. No sustituye la militancia de base, no suplanta el trabajo en locales u actividades político-territoriales, sino que busca generar y apropiarse de un “nuevo territorio”: es un ambiente más de militancia, discusión política y socialización. En esto, muchas fuerzas políticas han tomado la posta y han utilizado estos nuevos recursos a la mano. Es una forma, también, de lograr superar el “encierro” que los grandes medios tradicionales de comunicación (y sus intereses económico-políticos) han llevado a la discusión política, reduciendo simplemente la cuestión a figuras y no a programas de gobierno, eliminando los matices y diferencias entre los partidos colaborando así con la visualización de la política en términos de bandos opuestos unificados, de “la” oposición contra “el” oficialismo. Estas nuevas herramientas comunicacionales, y de militancia, permiten una nueva socialización donde la agenda no la imponen ya los medios, sino que las redes dan mayor libertad y dinamismo a la discusión y el intercambio. Habilitan, por lo tanto, un nuevo espacio para discutir sobre lo público, sobre la política, sobre los partidos, sobre todo aquello que grandes medios y fuerzas políticas no habilitan o quieren tratar.
En este contexto, queda entonces un gran trabajo por hacer. Las limitaciones que el kirchnerismo ha mostrado en su capacidad de ampliar la discusión política en términos de participación activa de la ciudadanía son una deuda pendiente que desde los sectores de la oposición debemos tomar. Grandes sectores de la sociedad han demostrado que no se sienten representadas, que no encuentran espacios ni referentes. Por lo tanto, el fomento de nuevas formas de participación, de acceso a la información pública, de gestión participativa de la labor estatal, entre otros puntos, deben formar parte de la agenda de gobierno que nuestros partidos deben promover. Desarrollar formas innovadoras de inclusión a la vida pública, a la discusión y la defensa de lo público como canal que defienda pero supere la mera participación electoral se convierte en desafíos fundamentales para todas las fuerzas progresistas y de izquierda que buscan ampliar la democracia, mejorar las instituciones, promover la igualdad y la justicia social.
La “vuelta de la política” será tal cuando logremos perforar los mecanismos meramente delegativos o representativos en los que el kirchnerismo ha hecho reposar a “la participación”, y donde los ciudadanos tengan en sus manos herramientas y posibilidades reales de ser y formar parte de la política, del Estado y por lo tanto, de lo público.