Si algo le faltaba al ex presidente Alberto Fernández para acelerar hacia el foso del ostracismo político está ocurriendo.
Ya no se trata solo de la pésima evaluación social de su gestión. O de las revelaciones sobre los enjuagues multimillonarios con los seguros que se contrataron desde el Estado durante su administración. Eso lo asemejaría a otros dirigentes y funcionarios bajo sospechas de corrupción y con cuentas pendientes en la justicia, pese a que él se ufanaba en público de terminar su mandato sin esa mancha. Otra de sus falsedades.
Lo que termina de catapultar al ex presidente al podio de la hipocresía, un sello distintivo en su larga historia política, es la filtración de que habría maltratado hasta físicamente a su ex pareja y madre de su hijo menor, Fabiola Yañez.
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Estos sucesos se desprenden de la causa seguros, cuando la justicia perita el celular de María Cantero, la secretaria privada de Fernández y esposa del broker y amigo presidencial Héctor Martínez Sosa. Allí aparecen chats de Yañez con Cantero, cuatro fotos con signos corporales de agresiones y un breve video casero, enviados durante su estancia en la quinta de Olivos
El juez federal Julián Ercolini, a cargo del tema seguros, abrió un expediente paralelo reservado y le dio curso a la oficina de violencia de género de la Corte Suprema. Como ese delito es público pero depende de una instancia privada, aún cuando el protagonista sea quien ejercía la Presidencia de la Nación, su apertura investigativa está condicionada a que la víctima lo denuncie. Yañez, que vive en Madrid con su hijo y fue contactada vía zoom por Ercolini en junio último, se negó a hacerlo. Tras la publicación del escándalo en Clarín, cambió de opinión.
Aún con el cuidado que requiere este tipo de situación y en las complejidades del vínculo víctima-victimario, resultaban cuanto menos curiosas las explicaciones públicas del abogado de la ex primera dama, quien también ha ejercido ese rol con el ex presidente.
En una maratón mediática, el letrado Juan Pablo Fioribello había confirmado la existencia de los chats pero no las imágenes, ya que dijo no haberlas visto. Fue también ambiguo inicialmente con la violencia física, al sostener que Yañez se las desmintió y apenas se refirió a discusiones fuertes. Y sostuvo que Fernández le juró que jamás golpeó a Yañez.
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Lo llamativo se multiplicó cuando vía Clarín, el medio que destapó este caso, se hizo trascender que la ex pareja de Alberto Fernández estaba furiosa por la difusión del caso y por reclamos personales y económicos desatendidos por el ex presidente, al que ahora decidió denunciar por violencia de género.
Conviene hacer un paréntesis al respecto. Desde que se formalizó la separación el año pasado, trascendieron desde allegados a Yañez versiones sobre su insatisfacción por la informal división de bienes, ya que el patrimonio declarado por el ex jefe de Estado sería esmerada y artificialmente exiguo.
Encerrado en el tradicional departamento que le presta Enrique ‘Pepe’ Albistur en Puerto Madero, Fernández barruntó una supuesta doble operación en su contra. De su ex mujer, por mayor asistencia financiera, y de Clarín, por viejos pases de factura pendientes, olvidando los favores recibidos.
Consumada la denuncia judicial de Yañez ante Ercolini por violencia, que motivó medidas del magistrado para impedir cualquier contacto y prohibirle la salida del país,
Alberto Fernández lanzó un comunicado de desmentida de los hechos imputados.
Otro clásico del ex presidente: mentir sistemáticamente, culpar a los demás y ejercer una doble moral también son formas de violencia, aunque más simbólicas, claro. Acaso ahora empiece a completar ese círculo nefasto.
Publicado en Perfil