Cómo fue la política exterior de Javier Milei a un año de gobierno – Perfil

«Argentina va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó», dijo Javier Milei en su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU. En apenas un año de gestión, el presidente libertario rompió con todo protocolo y la política exterior no fue la excepción. Su estilo personalista y disruptivo se tradujo en un giro significativo -de resultado impredecible- respecto a sus antecesores y la tradición diplomática argentina, una de las pocas políticas de Estado que resistieron los coletazos políticos y económicos de las últimas décadas.

La “ruptura” de Milei en materia de política exterior estuvo directamente vinculada a los ejes clave del proyecto libertario: en el plano económico, la «motosierra» estatal y la desregulación; pero en el político estuvo sustentado por la impronta ideológica del Presidente en su cruzada contra lo que denomina el «socialismo empobrecedor». Según su interpretación, esta ideología no sólo “no desapareció con la caída del Muro de Berlín”  (según explicó en su última disertación ante un foro ultraconservador), sino que persiste en las instituciones de gobernanza global, un escenario donde también está dispuesto a librar su «batalla cultural».

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A nivel local, el mandatario autodenominado anarcocapitalista canalizó el malestar social identificando a la «casta política» como el enemigo. Pero también exportó esta idea a la política internacional a través de ataques a instituciones globales como la ONU, denostada por Milei por impulsar medidas para paliar áreas que él considera de la «agenda socialista», como la crisis climática, el hambre o la igualdad de género.

«No vengo aquí a decirle al mundo lo que tiene que hacer; vengo aquí a decirle al mundo lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas de la Agenda 2030″, dijo Milei en septiembre, durante su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU.

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Javier Milei durante su discurso ante la ONU en septiembre de 2024.

En ese momento, Argentina, pionera en materia de derechos humanos y multilateralismo, anunciaba que no se adheriría al Pacto del Futuro, no solo a contramano de la mayoría de los países integrantes del mayor organismo internacional, sino también de aquellos a los que Milei se quería acercar, como la Unión Europea. Con su estilo directo y confrontativo, Milei no solo intentó darle su impronta distinta a la tradicional diplomacia argentina sino que cuestionó los principios que hasta entonces habían sostenido la inserción del país en el mundo: el multilateralismo y la relación armónica con otros países en función del interés nacional, más allá de las ideologías de turno.

Este giro se concretó desde el primer día de su mandato. En lugar de seguir la tradición diplomática de Argentina, Milei dejó claro que Argentina abandonaría su posición de «neutralidad histórica» frente a grandes conflictos, en favor de un alineamiento con Estados Unidos, Israel y “los valores occidentales”. Este cambio fue evidente desde el rechazo al ingreso de Argentina a los BRICS y la solicitud de adhesión a la OCDE, una señal de su orientación hacia economías de mercado más abiertas y alineadas con el mundo occidental. 

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La diplomacia ideológica: entre agravios y aliados

Para apuntalar el giro en política exterior, la maniobra del binomio que asesora al Presidente -Karina Milei y Santiago Caputo- constó en desplegar una estrategia diplomática de impronta ideológica, en sintonía con las ideas que profesaba Milei a nivel local y sirviéndose del fenómeno trumpista de tinte conservador representado por el slogan MAGA (Make America Great Again).

Para «hacer a Argentina grande de nuevo» (sic), el gobierno libertario le bajó el pulgar a los BRICS, convocó al ucraniano Volodímir Zelenski -a diferencia de su antecesor-; se alineó no solo con Estados Unidos e Israel, sino también con una ola de conservadurismo global que involucra a figuras como Donald Trump, Nayib Bukele o el magnate Elon Musk.

Para sostener este lineamiento, la secretaria de Presidencia y el estratega de Milei interfirieron la Cancillería, cercando poco a poco a la entonces ministra Diana Mondino, que hasta el momento se encargaba de suavizar la retórica divisiva del presidente a través de la diplomacia bilateral. Como resultado, hubo una bajada de línea al cuerpo diplomático que fue duramente cuestionada. Y, para garantizar su cumplimiento, designaron a Nahuel Sotelo, un militante religioso del riñón libertario, al frente de la flamante secretaría de Culto y Civilización.

Diana Mondino
Diana Mondino fue destituida luego de que votara en favor del cese del embargo a Cuba en la ONU, otra de las constantes de la política exterior.

Por otro lado, este alineamiento fue visible en su confrontación con líderes regionales de la centroizquierda. Pero la ruptura con los presidentes progresistas no se limitó a las palabras. Antes de asumir, Milei ya se había distanciado del brasileño Lula da Silva, al que había llamado «corrupto». La provocación escaló cuando el propio Lula declinó participar de la asunción presidencial en Buenos Aires, mientras que el flamante presidente argentino viajó a Brasil, pero no para reunirse con él, sino para asistir a un mitin de su rival político e investigado por la Justicia, Jair Bolsonaro.

Esta postura de confrontación con la izquierda regional también se reflejó en su actitud hacia Bolivia, donde descalificó el supuesto golpe de Estado contra el presidente Luis Arce, a quien llamó “perfecto idiota”, y en su ataque a Gustavo Petro, al que acusó de ser un “asesino terrorista». Con respecto al chileno Gabriel Boric, si bien no intercambiaron insultos, éste se negó a reunirse con Milei durante su visita relámpago a Chile alegando una «agenda cargada» en noviembre de este año.

Las tensiones también se extendieron a Nicolás Maduro, con quien Milei mantuvo una relación tensa a partir de recurrentes intercambios de insultos, algo que se acrecentó especialmente por el supuesto asedio a la embajada en Caracas que sirvió de refugio a disidentes del régimen chavista.

Cumbre del Mercosur y Unión Europea en Montevideo el 6 de diciembre de 2024
Días antes de cumplir un año como presidente, Milei y sus pares del Mercosur firmaron el tratado con la Unión Europea.

En la práctica, este enfoque ideológico se tradujo en varios choques diplomáticos con otros países. Uno de los más emblemáticos fue el cruce con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, luego de que acusara a su esposa acusó de «corrupta», lo que derivó en el retiro de la embajadora española en Buenos Aires. Sin embargo, esta tensión no evitó que Milei viajara al país ibérico pero de manera extraoficial, incluso llegando a participar de un mitín de Vox, el partido de ultraderecha español. 

 

China, Mercosur y el pragmatismo económico

La retórica de Milei contra los países «comunistas» fue constante desde sus primeros discursos. En una entrevista con el comunicador estadounidense Tucker Carlson, por ejemplo, se mostró crítico de China, calificándola como una «dictadura asesina». «No solo no voy a hacer negocios con China, no voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas no entran ahí. Los chinos no entran ahí. Putin no entra ahí», sostuvo Milei en septiembre de 2023, cuando todavía era candidato al balotaje.

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Sin embargo, tras asumir la presidencia, el pragmatismo económico lo llevó a suavizar su postura hacia el gigante asiático, el segundo socio comercial de Argentina que hasta ese momento había hecho caso omiso a los agravios del argentino en función de su característica «paciencia estratégica» para la diplomacia. En lugar de mantener su tono divisivo, Milei aceitó el vínculo bilateral a través de reuniones con el embajador Wang Wei, impulsadas por Karina Milei; reactivó acuerdos con China y negoció un swap de monedas para aliviar las reservas del Banco Central.

En ese preciso momento el famoso «pragmatismo» de la política exterior argentina entró en vigor, donde los intereses económicos ajustan a las ideologías. Al igual que sus antecesores, Milei cedió ante la multidimensional dependencia del país hacia China, quien constituye no solo su principal socio comercial sino la primera fuente de inversión extranjera directa y prestamista de última instancia.

«Es un socio comercial muy interesante. Ellos no exigen nada. Lo único que piden es que no los molesten», sostuvo Milei en octubre en una entrevista con Susana Giménez, cuando se rumoreaba que viajaría a Beijing para reunirse personalmente con Xi Jinping, a quien finalmente conoció en la cumbre del G20 de Río de Janeiro.

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El embajador chino Wang Wei en un encuentro con la secretaria general de Presidencia, Karina Milei y el titular de la AAICI, Diego Sucalesca.

 

El multilateralismo en jaque

«Argentina siempre tuvo una actitud respetuosa y constructiva con el multilateralismo», comentó el excanciller Rafael Bielsa en el foro de Redappe, advirtiendo sobre la. «ruptura» que implica el gobierno libertario para la reconocida tradición diplomática argentina. Advirtió además que, al tomar decisiones unilaterales, el país podría quedar «aislado en una era global cada vez más fragmentada».

En tanto, esta postura quedó reflejada, por ejemplo, con el reciente retiro de la delegación argentina de la cumbre climática COP 29. Se trata de la segunda orden rupturista de la Cancillería comandada por Gerardo Werthein, un foro clave para actores como la Unión Europea y la OCDE.

En ese entonces, Bielsa también advirtió que la Argentina de Milei no solo está abandonando su tradición multilateralista, sino que se está distanciando de una tendencia global hacia una mayor cooperación, especialmente en sectores estratégicos como la inteligencia artificial y las tecnologías verdes. «Nos enfrentamos a una división geopolítica profunda, y si seguimos este camino aislacionista, Argentina quedará sin voz en los grandes debates globales», indicó.

Un año del experimento Milei: el peligro del mesianismo al poder

Este giro también se reflejó en su enfoque hacia el Mercosur. Desde el primer día de su mandato, Milei dejó claro que veía al bloque regional como una «prisión» y un «escollo» para el desarrollo económico del país, algo que reiteró cuando asumió la presidencia pro témpore del Cumbre del Mercosur el 6 de diciembre. 

Planteó la necesidad de flexibilizar las normas del Mercosur y avanzar en acuerdos de libre comercio con la Unión Europea tras décadas de negociaciones, lo que efectivamente ocurrió poco antes de cumplir un año como presidente, algo que fue bien recibido por sectores empresariales y por su par uruguayo, Luis Lacalle Pou.

 

Malvinas y las votaciones en la ONU

Con respecto al reclamo argentino por la soberanía de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, históricamente uno de los pilares de la política exterior argentina, adquirió una nueva dimensión bajo Milei. En septiembre de 2024, la entonces canciller Diana Mondino mantuvo una reunión con el ministro británico de Relaciones Exteriores, David Lammy, que culminó con el anuncio de vuelos regulares hacia las islas, con escalas en Brasil y Córdoba. Esta decisión generó un pedido de juicio político contra Mondino y una fuerte resistencia interna, especialmente de la vicepresidenta Victoria Villarruel.

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Argentina fue el único país que votó en contra de una iniciativa de la ONU para eliminar toda forma de violencia contra mujeres y niñas en el mundo digital.

Pero el reclamo argentino por las islas, basado en principios de herencia e integridad territorial, podría verse comprometido a partir de las votaciones de Argentina en la ONU, algunas de las que lo dejaron como una especie de paria en el escenario internacional. En particular, el rechazo a la resolución en defensa de los derechos de las comunidades originarias dejó a Argentina en una posición aislada, ya que fue el único país que votó en contra de la resolución, incluso en contra de Estados Unidos y sus aliados europeos.

Esta maniobra, considerada un desliz diplomático por muchos, podría tener repercusiones negativas en el apoyo internacional al reclamo por las Malvinas, especialmente por los impulsores de la medida: Bolivia y Ecuador, dos aliados históricos en el reclamo contra la potencia ocupante.

En otras resoluciones clave, Argentina votó en contra de iniciativas relacionadas con los derechos humanos, como la intensificación de los esfuerzos para eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, y se distanció de la agenda ambiental global. Estos votos sorprendieron a la comunidad internacional y provocaron críticas de la oposición «dialoguista» y los aliados del gobierno, incluidos el PRO y la UCR.

Además, el voto contrario a la resolución sobre Cuba en la ONU, que pedía el fin del embargo, profundizó aún más las tensiones internas en el gobierno. La postura de Milei, que no toleró ninguna discrepancia ideológica en su gabinete, llevó a la salida de Mondino, quien había respaldado el voto a favor de la resolución tal como marcaba la tradición diplomática. Este episodio mostró cómo, en la visión de la política exterior de Milei, no había lugar para concesiones incluso en los pilares que destacaron a la diplomacia argentina a nivel mundial, como la defensa de los derechos humanos y el respeto por los organismos internacionales.



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