17 de mayo de 2013, seguramente un día que quedará marcado en la historia argentina por ser el día final del mayor dictador que sufrió nuestro país. Murió Jorge Rafael Videla, en su celda en el Penal de Marcos Paz. Murió condenado por el Juicio a las Juntas, murió condenado por los juicios de lesa humanidad, murió condenado por esa justicia a la que tuvo acceso por las garantías democráticas de nuestra sociedad, que fueron las garantías que ellos les quitaron a los detenidos-desaparecidos entre 1976 y 1983. Pero, también, y lo que es más importante, murió condenado por una sociedad que año a año dice “nunca más” el día que ellos instauraron la noche más sangrienta, despiadada, deshumanizante y destructiva que azoló nuestro país, en sintonía con los desastres que ocurrían en nuestro continente.
Videla fue el exponente de un conjunto de la sociedad, de una visión que quiso (y durante muchos años logró) imponer a sangre y fuego un destino y un modelo signado por el miedo, el individualismo, por la construcción de una sociedad fuertemente desigual que amparara esas desigualdades detrás de las mascaras del “orden”. Detrás de un orden (no hay que cansarse de decirlo) de facto, por fuera de la ley, contra las formas que la propia sociedad se dio para conseguir “el orden”: la constitución y la democracia. Un “orden” que implicaba el silenciamiento de las ideas opositoras, un silenciamiento de los más pobres y excluidos de nuestra sociedad. Un “orden” funcional a los grandes grupos económicos y a un sector minoritario pero poderoso de nuestro país (y también de otros países). Un “orden” que, es verdad, algunos sectores sociales pidieron y acompañaron, pues tampoco hay que olvidar que esta fue una dictadura cívico-militar.
Pero Videla murió solo, con una condena social, política y jurídica. Se llevó, es verdad, muchos datos que hoy seguimos necesitando para recuperar y re-construir ese camino que él y las fuerzas armadas nos quitaron, nos borraron, nos extirparon. Esos datos, esa información que nos pueden ayudar a conocer qué pasó con miles de argentinos y argentinas, que de manera incansable son buscadas por las luchadoras pacíficas más grandes que tuvo nuestro país. La justicia argentina, con el Juicio a las Juntas, dio el primer paso para instaurar el legado de la Memoria, la Verdad y la Justicia. En el 2003, se reinició ese camino que nunca se debió haber dejado de lado. Confiemos entonces, y no paremos de apoyar esa lucha desde nuestros lugares y pertenencias, para que los datos que él se llevó no impidan seguir avanzando en conocer el paradero, el destino, la vida de aquellos que fueron abordados por los asesinos, secuestradores de bebes, torturadores y cínicos que tomaron las herramientas del Estado para convertirlo en el símbolo máximo del terror.
Pero, volviendo al comienzo, Videla se murió en el año 2013. Se murió en el año que cumplimos 30 aniversarios del retorno de la democracia. Por primera vez en nuestros 200 años de historia, tenemos de forma ininterrumpida 30 años de democracia, con todos los errores, idas y vueltas, aciertos y desaciertos, pero con una gran certeza: nunca más. Nunca más queremos un Videla, ni un Agosti, ni un Massera, ni un Martinez de Hoz. Nunca más queremos un Estado Terrorista. Nunca más queremos que los gobernantes (de facto, o democráticos) secuestren los bebes de nuestras mujeres, ni persigan y torturen a quienes no piensan como ellos.
Videla, como dijeron desde H.I.J.O.S no soportó 30 años de democracia. Y nosotros, queremos más. Queremos más democracia, más participación, más pluralismo, más igualdad, más inclusión. Queremos más y mejor Argentina.